Las úlceras cutáneas son lesiones de la piel caracterizadas por presentar una escasa capacidad de cicatrización. Su origen más frecuente son trastornos de la irrigación arterial o venosa, usualmente en las extremidades inferiores, aunque existen otras causas como diabetes o enfermedades inflamatorias. En la actualidad no hay un tratamiento disponible que permita la regeneración cutánea.
Se estima que en Estados Unidos más de 6 millones de personas (2% de la población) están afectadas por úlceras crónicas generando un costo anual sobre US$25 mil millones, con un aumento acelerado de la prevalencia producto de comorbilidades como la obesidad y el envejecimiento de la población. En Chile no existen cifras exactas, pero datos del Ministerio de Salud del año 2000, determinaron una tasa de ulceras crónicas del 10,6 por 1000 (más de 159.000 pacientes). De éstas, el 70% era de tipo venoso (111.000 pacientes) con el 33% activas (37.000 pacientes) y un 66% cicatrizadas (74.000 pacientes). Además, alrededor de un 40% de los portadores de úlceras son laboralmente activos. Las proyecciones demográficas, en tanto, permiten estimar que para el año 2025, al menos 355.000 individuos podrían sufrir de una úlcera cutánea crónica en Chile.
Se pueden identificar úlceras por trastornos circulatorios (venosa, arterial o mixta) o lesiones por presión. En Chile existirían sobre 100.000 casos de úlceras venosas crónicas, y en promedio, 1/3 de ellas no logran la curación con el manejo avanzado de heridas. Según un estudio del MINSAL-INH-Universidad Mayor, el costo promedio anual en Chile del tratamiento es de $2.780.000 por persona, sin contar el ausentismo laboral, hospitalizaciones o complicaciones asociadas.
El tratamiento estándar de úlceras cutáneas está basado en la curación avanzada y la prevención y tratamiento de la infección. Sin embargo, un 30-40% de las lesiones de origen vascular o por presión se convertirán en úlceras crónicas.
En términos terapéuticos, un concepto importante en el cuidado de heridas es la eliminación del tejido dañado y su reemplazo por nuevo tejido. Esto se puede lograr a través de distintos tipos de materiales biocompatibles tales como hidrocoloides, hidrogeles e hidrofibras, entre otros, que buscan constituir matrices capaces de substituir a la piel dañada. Es muy común el uso de una malla de este tipo de materiales, recubierta de colágeno porcino, o bien el uso de aloinjertos, para iniciar el proceso de cicatrización de las úlceras cutáneas. Un ejemplo es Alpigraf, equivalente de piel alogénico hecho a partir de capas de fibroblastos y queratinocitos cultivados en una matriz de colágeno de bovino tipo I, capaz de mejorar en un 70% el flujo sanguíneo en pacientes con pie diabético. Sin embargo, este tipo de tejido artificial tiene un costo de $1000 dólares por un parche de 45 cm2, lo que en muchos casos no es abordable. Otras alternativas como el uso de factores de crecimiento, cámaras hiperbáricas y terapias de presión negativa, son opciones que están siendo evaluadas, pero que presentan alto costo y/o complejidades en su aplicación.
Ante la ausencia de terapias regenerativas de bajo costo que aseguren y aceleren el tiempo de curación de una úlcera crónica, investigadores de Cells for Cells y consorcio REGENERO han planteado el uso de un parche o apósito biológico compuesto por una matriz orgánica simple que sirva de andamiaje para la acción de una terapia celular basada en el uso de una sub-población de células mesenquimales del tejido del cordón umbilical (UC-MSCs).
Debido a sus propiedades regenerativas, su escasa inmunogenicidad, sus efectos inmunomoduladores y su accesible y fácil aislamiento y expansión, las UC-MSCs constituyen una atractiva fuente celular para promover la regeneración tisular en heridas.